La Autoestima

La autoestima es un factor de vital importancia en el desarrollo psicológico, moral y social de las personas; existen varios conceptos de autoestima, sin embargo, todos coinciden en una idea central: la autoestima es conocerse así mismo, es la función de velar por uno mismo, es autodefenderse, valorarse, autoestimarse y autoobservarse.

 

La autoestima es aprender a querernos, respetarnos y cuidarnos. Depende esencialmente de la educación en la familia, la escuela y el entorno. Constituye una actitud hacia sí mismo.

 

La autoestima es un sentimiento valorativo de nuestro ser, de quiénes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad.

La autoestima es inherente a todos los seres humanos, es un producto social que se desarrolla en la interacción hombre-mundo, en el proceso de la actividad y la experiencia social y canaliza la actividad del cuerpo y la mente de todas las personas.

 

Su carácter social y desarrollador la provee de una extraordinaria significación para la educación de niños, adolescentes, jóvenes y adultos

 

La autoestima es de naturaleza dinámica, multi-dimensional y multi-causal, es decir, diversidad de influencias que la forman en interacción continua.  Esta se aprende, cambia y se puede mejorar. Está relacionada con el desarrollo integral de la personalidad en los niveles: ideológico, psicológico, social y económico.

La autoestima puede disminuir o aumentar debido a múltiples sucesos relacionados con la familia, la escuela y la comunidad en dependencia de la sensibilidad del sujeto.

 

Existen personas extremadamente sensibles cuya autoestima puede bajar debido a un gesto desagradable, una frase, un pequeño incidente familiar o una crítica en el colectivo.

 

Los fracasos, las experiencias negativas y el miedo pueden bajar la autoestima, mientras que los éxitos, las buenas relaciones y el amor pueden aumentarla.

 

La autoestima depende en gran medida de la educación que recibe la persona.

 

La autoestima es entonces resultado y herramienta en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Si bien la autoestima comienza en el ámbito familiar, producto de la relación del niño con sus padres o cuidadores, y aun antes del nacimiento, en la mente de los padres, continúa en el ámbito escolar, en la relación con el docente y el grupo de pares.

 

Quien se siente amado puede aceptarse a sí mismo, adquirir el sentido de su propio valor, descubrir y realizar el potencial del que está dotado.

 

El amor en el ámbito educativo, en el aula, hace posible captar de cada cual lo más profundo, su verdadera esencia. Por el amor pueden verse sus potencias, lo que todavía no se ha revelado y ha de mostrarse. Descubrir los talentos posibilita a quien es amado desplegarlos y hacerlos conocer.

 

Mucho se ha dicho acerca de la estima del alumno, y esto es importante, sí. ¿Y quién cuida a los educadores?

 

Ellos también necesitan ser amados por el alumno y reconocidos socialmente por el prestigio de su labor.

 

A veces, cuando el alumno no aprende, el docente puede percibirse incompetente si adjudica dicho fracaso sólo a su propia labor.

 

Al no sentirse reconocido, puede retraerse, desconectarse afectivamente e inhibir su creatividad para indagar nuevas alternativas, empeorando así la relación.

 

Él no es el responsable absoluto, ambos son protagonistas.

La confianza, la seguridad, el sentimiento del propio valer se aprenden más por presencia que por docencia.

 

Es importante que los mismos educadores tengan una autoconfianza realista, pues, sobre todas las cosas, se transmite más lo que se es, lo que se vive, que lo que se dice.

Son signos de autoestima:

 

• Usar los talentos y las aptitudes para amar y estudiar.

• Tener un grado básico de autoaceptación y de orgullo propio.

• Tener autoconfianza realista.

• Reconocer las necesidades y valorar los logros.

• Hacer valer los derechos y aceptar sus limitaciones.

• Ser auténtico.

• No esconderse ni mostrarse en demasía.

• Tener ideales acordes a las posibilidades de logro.

• Tener deseos y proyectos personales.

• Relacionarse libremente con otros, con autonomía e independencia.

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